Extracto del libro Ell Ser Unificado de Chano Farioli
Te doy la bienvenida a la expansión de la conciencia, un espacio en donde frases como “saltar al vacío”, “soltar el control”,” poner el cuerpo para sentir”, “confrontar con tus dudas”, “dejar de abandonarte”, “estar plenamente presente” y “no mendigar migajas de amor”, dejaran de ser sólo buenos deseos y se manifestaran de modo palpable, real y permanente en tu cotidianeidad.
En cada uno de ellos profundizaremos a lo largo de las páginas que compartiré contigo que surgieron de notas, escritos y apuntes que seleccione y que fueron fluyendo mientras transitaba mi camino expansivo.
Te darás cuenta a las pocas líneas de esta obra que hay palabras que no utilizo, ni al escribir ni al expresarme de modo oral.
Sólo mencionaré algunas de ellas, las que más escucho decir en la lingüística de las personas, para que pruebes la vibración diferente que tienen, sino el libro sería un compendio del hablar consciente y no es la idea, si te garantizo que a lo largo de estas páginas las incorporarás de modo espontáneo y posible.
Muchos me señalan que lo que hago es disfrazar las oraciones para que suenen mejor y continuamente les respondo que lo verbal sonando de manera más amable hace mejor y tiene menos carga en lo emocional.
Si la grafología expresa que reaprender a escribir puede ayudar a modificar ciertos aspectos del carácter, también llamada reeducación de la escritura, cuanto más podrá generar el expresarse de modo claro
La grafología es un método que se utiliza para modificar aspectos caracterológicos considerados deficitarios para el escribiente, o para potenciar aquellas conductas que se quieren mejorar.
Si tenemos en cuenta que cada persona escribe con sus propias características y es el cerebro el que le envía la orden a la mano para que realice trazos correspondientes a esa personalidad, la grafoterapia, por medio de una ejercitación gráfica, metódica, cotidiana y regular, puede incorporar trazos contrarios a los aspectos que se quieren modificar.
Al principio se hacen de manera consecuente, «repitiendo».
Pero cuando se crea el hábito, esos trazos se irán incorporando automáticamente; y cuando ya se realizan en forma espontánea, es cuando se modifican las conductas.
Lo mismo ocurre con nuestra forma de conversar, al expresarnos con términos más sosegados, y con otro sentir, podemos fácilmente hacernos entender de modo más práctico y que al receptor de nuestro recado le sea concreto y despejado de vocabularios complejos.
La lingüística propone que los términos son arbitrarios y que fueron dados para poder darles recepción a lo que escuchamos
.Si yo digo la palabra casa, todos al instante tendrán una imagen de lo que es una casa, sabemos lo que es una casa, lo asociamos rápidamente con lo que aprendimos cuando nos enseñaron a leer y a escribir y obvio al reproducirlo de modo verbal, esta casa puede ser más grande, más chica, con parque, con chimenea o el vocablo casa puede devenir para otra persona a una imagen de departamento con balcón o lo que sea.
Así ocurre con las palabras concretas como lo son árbol, perro, mapa, escuela, computadora, teléfono o vestido, o casi todo lo que expresamos y leemos, lo identificamos porque sabemos que significan esos términos asociados a lo que nos enseñaron sobre ellos.
La imagen que viene de esa terminología difiere según quien la reciba pero todos tienen la foto de esas palabras.
Al contrario ocurre con las palabras que generan una abstracción, algo que no podemos tocar al tacto, ni ver con la convencionalidad de los ojos, ni oler, ni degustar, por ejemplo, amor, paz, luz, armonía, universo, conciencia, energía, entre otras, también tienen imágenes preconcebidas pero fragmentadas.
Amor puede asociarse al amor de padres, de pareja, al sentimiento hacia una mascota o a un amigo, y la idea es sentir el amor unificadamente y no con las fotos como en el caso de las palabras concretas que dependen de cada uno.
Tomemos el termino luz, obviamente habla de algo lumínico, pero no de una bombita en una lámpara sino de una iluminación personal o de una claridad sobre nuestros aspectos oscuros y cerrados bajo siete llaves en nuestros mundos emocionales.
Algunos vocablos que no son parte de mi léxico son por ejemplo, el término “creer” que proviene de sistemas estructurados de creencias, planteo el empleo de la palabra “Siento”, en su lugar, les doy un ejemplo.
No suena igual
“Creo que no están bien las cosas” a
“Siento que algo no puedo percibir para saber porque esta situación no está fluyendo”.
Un término que no me simpatiza es “necesitar” y sus derivados que vienen de la raíz de la carencia, la reemplazo por “requerir”, no manejo en mi vocabulario “pensar”, que es la actividad compulsiva, de un intelecto disfuncional, suelo esgrimir “evaluar”, por ejemplo en lugar de expresar
“Estoy pensando en tal o cual asunto”, modifico y digo “Estoy evaluando como resolver este asunto”, son pequeños modos de variar la forma de hablar con extraordinarios resultados, al principio intentaras interpretarlo pero la idea es que naturalmente comiences a escucharte al hablar, que puedas registrar como es que te relacionas con los demás a través de tu modo de parlamentar tu comunicación.
Hay incontables personas con un modo de expresarse al que denominamos verborragia y que no pueden en su afán de sacarse de encima lo que les pasa, oír y lograr interactuar con quienes conversan de modo más eficiente, sino el otro pareciese un receptor anulado ante la catarata ansiosa de quien tiene delante.
Otra expresión a tratar es “cambio” tampoco es de mis palabras favoritas, da la sensación de tirar algo descartable en nosotros por algo nuevo, como si hubiese que erradicarlo como a una muela del juicio, algún aspecto nuestro y no es el objetivo, en su lugar me gusta “transformar”, que integra y unifica todo lo que somos en una versión más sana y consciente y así se darán cuenta como es mi forma de escribir.
El lenguaje es el vestido de los pensamientos. Samuel Johnson